
El papa Francisco falleció el pasado lunes 21 de abril, por lo que, tras 12 años de pontificado, empieza la cuenta atrás para el inicio del cónclave. Sin embargo, antes se debe completar el ritual de constatación de la muerte siguiendo un estricto protocolo.
Cinco días después de su fallecimiento, tuvo lugar el funeral del sumo pontífice en la Basílica de San Pedro y, ese mismo día, fue sepultado en la Basílica de Santa María la Mayor.
Antes de empezar el cónclave, en el que se elegirá al nuevo Papa, tienen lugar los Novediales: nueve días consecutivos de misas por el Papa.
Fumata blanca
Posteriormente, la Capilla Sixtina albergará el cónclave y, pocos días después, saldrá la fumata blanca por la chimenea, que significará que ya se ha escogido un nuevo Papa. Sin embargo, antes no resultaba tan sencillo elegir el próximo sumo pontífice y, en algunos casos, se tardaban meses o incluso años.
La palabra “cónclave” viene del latín ‘cum clave’ (bajo llave), ya que en esta reunión los miembros del Colegio Cardenalicio eligen al sucesor del difunto a puerta cerrada. Algo que se mantendrá hasta que completen su objetivo.
El origen del cónclave bajo llave se remonta al cónclave de Viterbo, convocado tras la muerte de Clemente IV en 1268. El proceso de elección duró 34 meses -es decir, casi tres años-, siendo el periodo de tiempo en que más tiempo ha estado la Iglesia católica sin gobierno.
El cónclave más largo
En aquella época, el proceso tenía lugar en la ciudad en la que había fallecido el último papa. Este se celebró en Viterbo (Italia) y los cardenales se reunían y votaban una vez al día. Tras varios meses sin papa, a finales de 1269, los habitantes de Viterbo se hartaron de cubrir los gastos del alojamiento y manutención de los cardenales albergados en el palacio papal.
Para presionar a los cardenales y acelerar el proceso, les limitaron las raciones de comida y les encerraron bajo llave en la catedral. No saldrían hasta que eligieran un nuevo Papa. De este modo nació el concepto de cónclave.
Sin embargo, los cardenales seguían sin tomar una decisión. Por lo que los habitantes de la ciudad arrancaron el techo del lugar donde se reunían para que “Dios iluminara sus deliberaciones”. Cuando llegó el mal tiempo, los cardenales vieron que esta situación podía llegar a matarlos. Y, de hecho, así fue: tres de los veinte cardenales electores fallecieron.
El nombramiento de Gregorio X
Ya a mediados de 1271, Felipe III de Francia y otros gobernadores aplicaron tal presión que los cardenales optaron por crear una pequeña delegación de seis integrantes. Al ser menos personas, las negociaciones se simplificaron y se acabó nombrando a Teobaldo Visconti.
Lo más curioso de esta historia es que Visconti no formaba parte del Colegio Cardenalicio. Por ello, tuvo que ser ordenado antes de aceptar el cargo de máxima autoridad de la Iglesia Católica. Teobaldo Visconti escogió el nombre de Gregorio X.